domingo, 25 de mayo de 2014

Sobre la escritura y las redes pseudo-sociales

Justamente ayer me decidí a ingresar a Facebook, esa apabullante marea de mensajes inconexos cuya única relación es pertenecer a nuestros "amigos", esos usuarios con los cuales aceptamos compartir publicaciones. Si de por sí se me hace difícil enfrentarme a la ardua tarea de organizar mis pensamientos de modo tal que puedan expresarse a través de frases coherentes y significativas, por no decir interesantes; imagínense en medio de semejante vorágine como la que nos brinda esta popular red. Pero bastó precisamente el hecho de permanecer alejado de ella, de mantenerme por lo tanto ajeno a su transcurrir y tan sólo concentrarme en lo que quería expresar (tal como lo hago en este momento) para lograrlo con éxito. 
He escuchado decir a muchos que les es imposible hacerlo, que no encuentran las palabras o que simplemente no alcanzan para arrojar siquiera una luz sobre ello. He leído a otros, privilegiados con el don de la palabra, a quienes parece no haber medio que pueda interponerse en su mediática tarea. Como si se tratasen de seres tocados por la varita mágica, muchos creen que la escritura solo es posible para quienes tienen un talento extraordinario e innato, actitud de hecho habitual para con personas destacadas en cualquier otro ámbito. Sin embargo, creo que es acertado, por no decir mucho más honesto, aclarar que esto no sólo no es así, sino que en gran medida lo que destaca a estas personalidades es su constante práctica en cuanto a lo que la disciplina en cuestión requiere. Y sucede que la clave no pasa por la práctica directa de la actividad principal involucrada- pongamos por caso escribir, sino fundamentalmente aquellas que nos brindan las bases y herramientas para hacerlo mejor- en este caso leer. 
Así como un buen maestro comienza siendo un buen aprendiz, un buen escritor comienza siendo un buen lector. Luego su talento y perseverancia, su esfuerzo y dedicación, sus vivencias y la pizca de suerte necesaria- junto a todo lo que se pueda agregar aquí - allanarán en mayor o menor medida su camino de distinción. 
Para escribir sin duda que hay que ser valiente, pues aquí no habrá viento que arrastre las palabras al olvido, incluso cuando lo hacemos en la intimidad. Aunque no nos demos cuenta, al escribir posibilitamos al mismo tiempo la lectura de lo escrito, activando así un ciclo en nuestros pensamientos, en nuestras emociones, en nuestro comportamiento, como una especie de feedback. Esto a veces puede entorpecer nuestra tarea expresiva, porque nos conecta con la forma concreta de la escritura, nos obliga a prestar atención al escrito y entonces sentimos desdoblar nuestra mente entre lo que quiero expresar y el cómo lograrlo a través de este medio. Llegado a este punto, como una especie de nudo gordiano, nos debatimos entre seguir automáticamente una serie de pautas para concentrarnos en el contenido o simplemente nos arriesgamos a detenernos en la forma cada vez que sea necesario.
Cualquiera sea el método utilizado, en mi caso lo importante es mantener esa conexión profunda con lo que me sucede, con esa especie de criatura que quiere salir de allí adentro, quizás algo muy cercano a lo que puede sucederle a un artista cuando comienza a engendrar su obra. Y es que el escribir también es un arte, por eso el encontrar un método es una quimera como el atrapar un genio en una botella.

A continuación, reproduzco el texto completo de mi publicación en Facebook:



 Hace meses que no entro por acá, pero lo sucedido con mi hermana lo amerita. En medio de su lucha por seguir adelante con su vida y lograr un mínimo de independencia económica, se decidió a realizar un microemprendimiento, la confección de baberos artesanales. La ví muy entusiasmada, y realmente le salieron muy bien. La acompañé a una de las ferias y me encontré con gente que conozco, de esas que vale la pena, que te da una mano sin pedirte nada a cambio, que la aconsejó y le dió la bienvenida al mundo de los artesanos que la pelean por ganarse el mango con su creatividad y sus propias manos. Días después me entero de toda esta movida montada por gente sin escrúpulos, de lo peor que lamentablemente abunda no sólo en la red sino en esta ciudad y me recuerda que no es alocada mi idea de alejarme de aquí. Son como dos caras de la misma moneda: por un lado los que llevamos una vida de verdad, descarnada, sin caretas, ganándonos el mango día a día, peleándola como siempre; por otro, aquellos que creen ser la "gente bien" viviendo sus vidas de mentira, cuidando de guardar siempre sus apariencias, atentos al qué dirán, cuidando su quintita a cualquier precio, mostrando su verdadera cara: toda su bajeza frente a la menor amenaza, gente verdaderamente débil de alma, de espirítu, mendigos de afectos y aprobación social.
La mediocridad puede hacer inclinar la balanza fácilmente hacia estos últimos, pues está claro que inunda estas redes sociales, pero su abundancia no es más que la confirmación de la degradación sufrida por una sociedad decadente, que se rompe en mil pedazos, por un lado, y el florecimiento entre los restos de otras formas de relacionar-se, de otra forma de ser, la cual sin dudas celebro cada día.

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